Hacia un entendimiento nuevo de las técnicas corporales (XII)
Generalmente, cuando realizamos ejercicios físicos, resulta que solemos agotarnos rápidamente al intentar seguir, tal como nos exponen nuestros monitores, la forma y velocidad de los ejercicios sea como sea. Este “sea como sea” traerá graves consecuencias en el futuro a no ser que sepamos redefinirlo, adquiriendo consciencia de nuestras limitaciones.
Menos es más – un concepto aparentemente contradictorio – adquiere la dimensión de una ley no escrita cuando lo aplicamos a las prácticas corporales, resultando ser de una evidencia aplastante. Solo hay que observar y comparar a una persona que ha estado entrenando su cuerpo de una forma exageradamente forzada con otra, que aunque tenga menos práctica, trata de acercarse a una disciplina corporal respetando la anatomía y naturaleza del cuerpo. Uno, motivado por el más y más, el otro, por encontrar la armonía entre sus propias posibilidades y limitaciones. El uno, obsesionado por la forma; el otro, buscando el contenido. Todavía los primeros son mayoría y la vehemencia de su acoso no sólo la sufren sus cuerpos, sino toda la naturaleza que les rodea. Pero poco a poco el número de los que buscan, preguntan y respetan va en aumento. En cambio, el “más” no salvará ni a nuestro cuerpo ni al planeta.
Para mí, la expresión menos es más, en la práctica docente significa retroceder, disfrutar, prever, reflexionar…
- Retroceder: Realizar fases anteriores del ejercicio o con menor intensidad, en el caso de que notemos que estamos forzando alguna zona corporal. Aún si el ejercicio no ha sido completado, la correcta ejecución de esa fase anterior nos hará avanzar. Para qué esforzarnos al 130% sin disfrutar, cuando podemos disfrutar mucho más si nos esforzamos dentro de nuestras posibilidades. Un buen ejemplo lo podemos ver en la secuencia de imagen 1 a 3, donde hay tres variantes del mismo ejercicio, de más exigente a menos según nuestras posibilidades. La imagen 1 muestra como en esta postura de torsión de torso nuestra pelvis se puede descolocar en oposición al aplastamiento de nuestros isquiones. En la imagen 2 vemos como, aún modificando la pierna de base no logramos centrar nuestra pelvis; y en la imagen 3 vemos cómo con la ayuda de un cojín logramos articular mejor nuestra pelvis, desprender y luego torcer nuestra columna a partir del empuje de nuestros isquiones. Es evidente que aún ejecutando el ejercicio de esta manera lograremos avanzar en nuestro objetivo de conseguir mayor flexibilidad y proyección, a partir de integrar todas las partes de nuestro cuerpo.
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- Disfrutar: Saber apreciar y disfrutar del tiempo que dedicamos a nuestro cuerpo, de la exploración de cada uno de nuestros movimientos. Hagamos depender el disfrute de la intención, no de la consecución del objetivo y embarquémonos en ese tour único, particular y especial donde cada gesto reflejará esa predisposición y mentalización positiva.
- Prever: Una vez hayamos llegado a un cierto nivel de autoconfianza con nuestro cuerpo nos encontramos con la tentación de buscar nuestros límites y marcarnos objetivos marcados por nuestro deseo y no nuestra realidad, llegando muchas veces a abusar de nuestro cuerpo emprendiendo disciplinas o retos demasiado complejas y peligrosas para nuestra condición y edad. Seamos precavidos y recordemos que cada logro es un tesoro propio que hay que seguir puliendo y cuidando mientras vivamos y no nos dejemos engañar por propuestas e supuestos ideales opuestos a la naturaleza de nuestro ser. .
- Reflexionar: Todavía pensar no está prohibido, además es gratis, así que, ¿por qué poner nuestra mente en stand-by a la hora de ejercitar nuestro cuerpo? Muchas técnicas hablan de y proponen la integración. Ahora bien, para poder integrar hay que analizar y concluir lo cual, sin involucrar la mente y dejándonos llevar sólo por nuestras sensaciones, no es posible realizar. Además, ese proceso mental debe ser nuestro y podrá ser tutorado, pero no provenir del exterior. Como ejemplo podría citar una de las expectativas más frecuentes de mis alumnos, el desarrollo de sus abdominales. En primer lugar, no se trata de un objetivo sino de un deseo. Deseamos desarrollar nuestros abdominales, primer lugar porque presuponemos que es eso lo que desea todo el mundo y porque asumimos como hecho cierto que mejorará nuestra imagen. Pasa lo mismo con los glúteos, los pectorales, etc. Hablamos de esas partes de nuestro cuerpo como si no lo fueran. ¿De que le sirve tener a un culturista una espalda mega-musculosa y desarrollada, si su cintura es débil? Cualquier cinturón marrón de yudo con 20 kilos menos lo tumbará sin ninguna dificultad. Y peor: ¿De qué le sirve si a los 40 no podrá agacharse por los lumbagos que sufre, debido a un desequilibrio crónico entre el desarrollo de la espalda superior e inferior o la zona anterior y posterior?
Así, podríamos haciéndonos más preguntas, pero nos detendremos en estas dos últimas con un pequeño análisis anatómico. Tenemos 4 pares de abdominales, que se llaman así porque rodean la región abdominal. Solo dos de ellos se encuentran en la parte anterior, los rectos anteriores. Aunque parezcan ser el único objetivo de muchos ejercicios, no podemos pensar exclusivamente en ellos, ya que podríamos provocar lesiones en la espalda, concretamente en la zona lumbar, rectificándola. Los restante 6 abdominales se encuentran a ambos lados de la cintura: los transversos, los oblicuos menores y los oblicuos mayores. Así que los abdominales cubren la parte anterior y los laterales del vientre con inserción en varios huesos del tronco, las costillas, el esternón, las vertebras y la pelvis, formando también parte del envoltorio de las vísceras. Resulta comprensible, por tanto, que hace falta integrar también los músculos de nuestra zona posterior para estabilizar nuestro centro y conseguir la armonía en la ejecución de los ejercicios.
Así que pensar parece complicado, pero en la práctica notaremos que se asimila con más facilidad, si somos capaces de trasladar estos conceptos no sólo a los momentos de la práctica corporal sino también al día a día, utilizando nuestro cuerpo conscientemente como plataforma experimental (de experimentar, no de experimento).
eras. Resulta comprensible, por tanto, que hace falta integrar también los músculos de nuestra zona posterior para estabilizar nuestro centro y conseguir la armonía en la ejecución de los ejercicios.
Así que pensar parece complicado, pero en la práctica notaremos que se asimila con más facilidad, si somos capaces de trasladar estos conceptos no sólo a los momentos de la práctica corporal sino también al día a día, utilizando nuestro cuerpo conscientemente como plataforma experimental (de experimentar, no de experimento).