Hacia un entendimiento nuevo de las técnicas corporales – III

¿Hasta qué punto tenemos conciencia de nuestro cuerpo?, ¿Se parece nuestro cuerpo a la imagen que tenemos de él?  ¿Qué nos impide tener el cuerpo que buscamos tener?  ¿Somos capaces de detectar aquéllas tensiones que llevan mucho tiempo con nosotros?  ¿De qué forma nos predisponemos adecuadamente en el momento de ejecutar cualquier tipo de acción física?  ¿Cómo se logra? ¿Podemos desarmar sitios en nuestro cuerpo  que están sostenidos desde tiempo atrás, por no decir “anclados en el pasado”?

Al margen de los paralelismos que estas cuestiones nos sugieren en el plano mental, quiero tratar de comentar las mismas, centrándome en el plano físico. Necesitamos:

  1. RECONOCER: Necesitamos desarrollar, a través de ponernos en contacto con nuestro plano físico,  la capacidad de reconocer en nosotros mismos  nuestros engranajes y uniones, detectando e inhibiendo acciones  erradas que atentan contra la unión, organización y coordinación de nuestras acciones, generando exceso de tensión y dolor.

 

  1. TENER FE EN EL CAMBIO: El cuerpo es un medio muy plástico, tanto, que podemos modelarlo con nuestra mente. En la medida que nos adentremos en él iremos descubriendo zonas bloqueadas que intentaremos revertir a partir de una Biomecánica bien aplicada. Por ejemplo, la posición de la pelvis no es inmutable sino que puede ser modificada en los casos de escoliosis muy pronunciada cuando una cadera suele avanzar más que la otra, provocando una torsión permanente.

 

  1. PREDISPOSICION: La idea es anticiparnos a la acción, colocarnos bien, direccionando nuestra musculatura y articulaciones de forma correcta antes de ejecutar una acción, sobre todo si se trata de cargar pesos.
  2. CONSTANCIA: A través de ejercicios de estiramiento y de Pilates, también de otras técnicas corporales, que nos proporcionarán autoconocimiento y autocontrol en nuestra vida diaria.
  3. VENCER EL MIEDO AL CAMBIO, es fundamental una predisposición mental positiva de desarmar y reprogramar viejos hábitos y volver a armar desde otro lugar diferente aun inexplorado.

Somos más frágiles de lo que creemos.  El estrés y la competitividad desmesurada nos  inducen a crear una coraza alrededor nuestro que tarde o temprano se convertirá en alguna patología crónica. Es común escuchar que alguien se fue de vacaciones y en su tercer día de relax  le aparecieron contracturas o dolencias muy fuertes.  Es nuestro cuerpo que grita porque no hemos sabido escucharlo  a tiempo.

Un buen ejemplo de ello es una de las zonas más castigadas en nuestro cuerpo – la columna vertebral -,  gravada por su complejidad biomecánica y porque alberga, al mismo tiempo, parte de nuestro sistema nervioso. Nuestro cerebro, a través de la medula espinal, se vierte en su interior emergiendo por las vertebras para continuar por todo nuestro organismo. Cualquier alteración mecánica de las vertebras puede afectar a las funcionalidades de nuestros órganos.

Especialmente la zona lumbar es muy delicada, debido a su función y movilidad. Es fundamental conocer los planos direccionales de sus movimientos ya que tiene una influencia decisiva en todos los demás movimientos que definen la postura de nuestro cuerpo. Hay muchas situaciones de la vida cotidiana que pueden afectar de forma negativa a  nuestra columna. La frecuencia con que nos flexionamos hacia delante; el modo en que lo hacemos, sobre todo al manejar cargas; las posturas que adoptamos al estar sentados; la falta de alternancia en nuestros hábitos de movimiento, incluso prácticas nocivas que realizamos a modo de ejercicios; todo ello contribuye a un progresivo deterioro de los discos intervertebrales,  los ligamentos y más tarde los nervios y la medula espinal.

Una de las percepciones que propongo poner en práctica es no dejar estática la zona lumbar, sino desprenderla del sacro a través de micro-movimientos. Convencidos de que son los grandes y fatigosos movimientos los que surten efecto, no nos damos cuenta de que, por el contrario,  son los pequeños ajustes los que van integrando y modelando nuestro cuerpo. Si observamos las hojas de un árbol en un día soleado sin viento, aparentemente no se mueven, pero si agudizamos nuestros sentidos y observamos atentamente, nos daremos cuenta de pequeños y sutiles movimientos que son precisamente los que bombean la saliva, acordes a su organismo y al medio ambiente.

Las 5 vértebras de la zona lumbar permiten los movimientos de flexión, de extensión y de inclinación lateral, pero muy poco en rotación. Les propongo un ejercicio muy simple: Nos tumbamos de espaldas con las piernas flexionadas y las plantas de los pies en el suelo y nos colocamos una pelota de tenis en la zona del sacro, tratando de desprender las lumbares desde el sacro hacia la cabeza. Luego, repitan sin pelota. Este ejercicio mejorará nuestra percepción tanto de la zona sacra como de la movilidad y curva natural de nuestra zona lumbar.

Una situación tan habitual de nuestra  vida cotidiana, como estar sentados, parece tarea sencilla, pero tiene sus dificultades (ver fotografías). Hay sillas que respetan nuestra curva lumbar, y las que no, harán que ésta se hunda pudiendo provocar una cifosis lumbar más o menos acentuada. En este caso hay que compensar con el empuje de nuestros huesos isquiones, aunque muchas veces resulte doloroso, debido a la falta de flexibilidad en la zona coxofemoral.  Hasta que el practicante  no se enfrente con sus límites a nivel cinético, será difícil que  recupere su flexibilidad y cambie la naturaleza de su  musculatura, dándole proyección y no sosteniéndola.  Una vez conseguido esto, podrá controlar su pelvis y liberar sus extremidades.  Este proceso es diferente en cada individuo, algunos tendrán una tendencia a avanzar su pelvis o a retrocederla, lo cual imposibilita la liberación de sus extremidades. Nos puede ayudar un cojín que eleve nuestra cadera más que nuestros muslos, rompiendo el ángulo de 90º, lo que provoca mayor caída y da peso a nuestros isquiones.

Posición Incorrecta

Posición Correcta

Nuestro cuerpo se desacomoda permanentemente, incluso no existiendo hábitos perniciosos. La ventaja principal de acomodar nuestro cuerpo nosotros mismos es que el efecto es más duradero, ayudando a prolongar su funcionalidad.  Quién mejor que nosotros mismos para organizar nuestra propia casa, que es la única que nos acompañará durante toda nuestra existencia.

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