Hacia un entendimiento nuevo de las técnicas corporales (IX)
Lo tenemos todo. Pero no lo usamos. Consternados, nos damos cuenta como la depresión, la ansiedad, el nerviosismo y demás estados negativos toman protagonismo en nuestro ser, a pesar de entregarnos de forma insistente y casi obsesiva a las múltiples formulas de bienestar industrial materializado en aparatos de gimnasia y dietas medicadas, todo ello producto de la estrategia de venta para los modelitos de la Barbie de turno.
Todos estos recursos que se nos ofrecen forman parte de una lista interminable de artificios de moda con fecha de caducidad puesta en letras invisibles, todo sea para no despertar sospechas y seguir enriqueciendo a sus promotores. Pero, afortunadamente, podemos contraponer la otra cara de la moneda, sacar partido de las diferencias y actuar en consecuencia. Basta con hacer un análisis comparativo entre bailarines o deportistas del ahora y de hace 50 años.
Observaríamos que, en general, hay una evolución positiva y todo tiende a una mejoría en todos los niveles. Pero para no dejarnos arrastrar por la imposición de lo aparentemente obvio debemos saber mirar, ya que los sentidos son la vedette amaestrada de nuestros tiempos, tratando de convencernos a dejar de lado el sentido común y, de esta manera, acotándonos, de forma interesada, en un plano en el que perdemos la visión de la totalidad de nuestros engranajes. En ese contexto, el sentido que más nos conviene despertar es el sexto sentido, el “sentir”, al que siempre sacrificamos en el altar de la impaciencia, falta de tiempo y ansiedad.
Vamos a ver, a través de un ejemplo de biomecánica oseo-muscular, cómo podemos tratar de controlar conscientemente a través del sentir.
Cuando queremos enderezar una rodilla, el cerebro indica al cuádriceps correspondiente que debe contraerse, con lo que la rodilla se endereza, estirando los isquiotibiales. Esta coordinación de movimientos tiene lugar sin que seamos plenamente conscientes de ello. Los receptores (terminaciones nerviosas) de las articulaciones, que se encuentran en ligamentos también y en músculos, detectan el movimiento y los cambios en la tensión y longitud del músculo. Dichos receptores informan al sistema nervioso central y éste responde regulando el estado contráctil de los músculos. Pero, si están distendidos, pueden que informen con retraso, con lo cual hay peligro que se produzca una lesión, ya que la comunicación está obstaculizada.
Hemos visto que las acciones biomecánicas conscientes provocan respuestas inconscientes. Y aquí es donde se establece un dialogo interno en nuestro cuerpo, permitiéndonos mayor control y fluidez en los movimientos. ¿Cómo podríamos enriquecer este dialogo interno? Sobre todo relajando aquellas zonas que en nuestros cuerpos nos cargan de tensión y no nos dejan proyectar los movimientos. Esta relajación es una de las finalidades que persigue el estiramiento.
Pero, como ya dije antes, aunque la comparación histórica resulta favorable, en lo general, en lo que respecta a las variadas maquinarias que nos prometen el oro y el moro y efectos fantásticos en nuestros cuerpos, hay que reseñar que su efectividad es efímera. Si deseamos un efecto a más largo plazo y aumentar la eficiencia del ejercicio, debemos trabajar nosotros mismos sobre nuestro cuerpo. Solo que, a veces, el proceso será más lento, pero raramente reincidiremos sobre antiguas tensiones o lesiones. Ni la más sofisticada maquina de masaje ha podido reemplazado el masaje realizado por otro ser humano, donde también la percepción del contacto es esencial.
Ahí está la trampa de lo externo efímero. Debe ser sustituido y renovado constantemente. Las ayudas externas nos alivian, pero ni son lo correcto ni lo saludable. Todos sabemos que las drogas proporcionan un placer efímero y, siendo un material externo a nuestro cuerpo, debemos suministrar más y más para seguir experimentando lo mismo. Lo contrario a lo que nuestro propio cuerpo es capaz de generar para conectarnos con otros planos. Un ejemplo muy claro de esta conexión interna de placer son las endorfinas. Son las responsables de la sensación de relajación y bienestar en las prácticas corporales.