Lo tenemos  todo, Pero  no lo usa­mos. Consternados,  nos  damos cuen­ta como  la depresión,  la ansiedad, nerviosismo y demás estados  negati­vos toman  protagonismo en nuestro ser, a pesar  de entregarnos  de forma insistente y casi obsesiva a las múlti­ples formulas  de bienestar  industrial materializado  en aparatos  de gimna­sia y dietas medicadas,  todo ello pro­ducto  de la estrategia  de venta  para los modelitos de la Barbie de turno.

Todos  estos  recursos que  se nos ofrecen  forman  parte de  una  lista interminable de  artificios  de  moda con  fecha de caducidad puesta en letras  invisibles,  todo  sea  para no despertar sospechas y seguir enriqueciendo  a sus  promotores.  Pero,  afortunadamente,  podemos  contraponer la otra cara de la moneda, sacar partido de las diferencias y actuar en consecuencia.  Basta con hacer un análisis  comparativo entre bailarines  o deportistas  del  ahora  y de hace  50 años.

Observaríamos  que, en  general.  hay una  evolución positiva  y todo tiende a una  mejoría en  todos   los niveles. Pero para no dejamos arrastrar por la imposición de lo aparentemente obvio debemos saber mirar, ya que los sentidos son la vedette amaestrada  de nuestros  tiempos,  tratando  de convencernos  a dejar de lado  el  sentido  común  y, de esta manera, acotándonos.  de forma interesada, en un plano en el que perdemos la visión de la totalidad de nuestros engranajes.  En ese  contexto,  el sentido que  más  nos conviene  despertar es el sexto  sentido, el «sentir», al  que  siempre sacrificamos en  el altar de la impaciencia, falta de tiempo y ansiedad.

Vamos a ver,  a través  de un  ejem­plo de biomecánica oseo­muscular, cómo  podemos  tratar de  controlar conscientemente  a través del sentir. Cuando  queremos enderezar  una rodilla,  el cerebro  indica  al cuádri­ceps  correspondiente  que debe  contraerse, con lo que la rodilla se endereza, estirando  los  isquiotibiales. Esta coordinación  de movimientos tiene lugar sin que seamos plenamente conscientes  de ello. Los receptores (terminaciones nerviosas)  de las articulaciones,  que  se encuentran  en ligamentos  también  y en músculos, detectan  el  movimiento y los cambios en la tensión y longitud del mús­culo.  Dichos receptores  informan  al sistema nervioso  central  y éste  responde regulando  el estado  contráctil de los músculos.  Pero,  si  están  dis­tendidos,  pueden  que  informen con retraso.  con lo  cual  hay peligro  que se produzca una  lesión,  ya  que la comunicación  está obstaculizada.

Hemos  visto que las acciones  bio­mecánicas conscientes provocan res­ puestas inconscientes.  Y aquí es donde se establece un dialogo interno en  nuestro  cuerpo, permitiéndonos mayor control y fluidez en los movi­mientos. ¿Cómo podríamos enrique­cer este dialogo  interno? Sobre  todo relajando aquellas  zonas  que  en nuestros  cuerpos  nos cargan  de ten­sión  y no  nos  dejan  proyectar los movimientos.  Esta  relajación es una de  las  finalidades que ‘persigue  el estiramiento.

Pero. como ya dije antes, aunque la comparación  histórica resulta favora­ble, en lo general, en lo que respecta a las variadas maquinarias que nos pro­meten el oro y el moro y efectos fantásticos en nuestros cuerpos, hay que reseñar que su efectividad es efímera. Si deseamos   un efecto a más  largo plazo  y aumentar  la eficiencia  del ejercicio,  debemos  trabajar  nosotros mismos  sobre  nuestro  cuerpo.   Solo que,  a veces,   el  proceso será  más lento,  pero  raramente  reincidiremos sobre  antiguas  tensiones  o lesiones. Ni  la  más  sofisticada  maquina de masaje ha podido  reemplazado  el masaje realizado por otro ser humano, donde también la percepción del con­tacto es esencial.

Ahí está la trampa de lo externo efímero. Debe ser sustituido y renovado constantemente. Las ayudas externas nos alivian.  pero ni son lo correcto ni lo saludable.  Todos sabemos  que las drogas proporcionan un placer efíme­ro  y, siendo  un  material externo a nuestro cuerpo, debemos suministrar más y más para seguir experimentan­ do lo mismo.  Lo contrario  a lo que nuestro   propio  cuerpo es capaz  de generar para  conectarnos con  otros planos. Un ejemplo muy claro de esta conexión  interna de placer  son   las endorfinas. Son las responsables de la sensación de relajación y bienestar en las prácticas corporales.

Las endorfinas dan alas a nuestra imaginación Siendo una sustancia interna de nuestro. cuerpo,  las células  del siste­ma nervioso central permiten  el  paso de las endorfinas.  Los investigadores han corroborado que esta  cerradura no  se abre para  drogas  externas lo que explica la función especial de las endorfinas. Protegen nuestro sistema inmunológico, sobre todo cuando estamos  relajados, por  el contrario, en situaciones ·de  stress  éstas  no se liberan  y estamos  más  expuestos a enfermarnos. También  actúan como analgésicos naturales. siendo su efec­to muy  superior a los  analgésicos artificiales  que  terminan creando adicción.

Con calma, conciencia  y paciencia podemos  viajar por nuestro sin nece­sidad de acudir  a muletas  externas  a las  que pretendemos cargar lo no sabemos cómo  cargarlo  nosotros.  Y no saber  cargar  con  lo que nos toca cargar siempre pasa factura.

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